1844
Nace en Lourdes al sur de Francia el día 7 de enero, cerca de la frontera española. El lugar está en medio de los montes Pirineos.
Sus padres: Louise Soubirous y Francoise Soubirous
Tuvo 3 hermanos:
Bernadette no
ha dejado casi nada escrito, pero los archivos del convento de Saint-Gildard,
en Nevers -donde vivió como monja con el nombre de religión de Marie-Bernard- ,
conservan las actas del proceso canónico y los testimonios tomados en aquella
ocasión a sus hermanas de hábito y a todos los que estuvieron en contacto con
ella, sobre todo en los años que pasó en el convento, entre 1866 y 1879. Son
recuerdos, anécdotas, episodios, respuestas grabadas en la memoria de los
interlocutores. Con este heterogéneo material el convento de Saint-Gildard,
gracias también al trabajo de investigación del teólogo René Laurentin, ha
realizado un libro, editado en Francia en 1978 con el título Bernadette dissait… y traducido recientemente al italiano.
Hemos sacado una pequeña antología en la que puede verse la personalidad de
Bernadette y su modo sencillo y humanísimo de vivir la fe cristiana. Ofrecemos
los testimonios en el orden cronológico propuesto por el libro, aludiendo en
algunos casos al contexto del episodio descrito para facilitar su comprensión.
Lourdes, 1858-1866
1858
ENERO
Bernadette está de pastora en Bartrès.
«Decidle a mis padres que aquí me entristezco.
Quiero volver a Lourdes, para ir a la escuela y prepararme para la primera
comunión».
EL PERIODO DE LAS APARICIONES
21 DE FEBRERO
Después de la sexta aparición, al salir del despacho del
comisario Jacomet:
«¿Por qué te ríes?» le preguntan.
«El comisario temblaba. Tenía una borla en el
birrete que hacía tintín».
23 DE FEBRERO
«¡Haces venir a mucha gente!»
«¿Por qué viene? Yo no voy buscarla».
24 DE FEBRERO
«¿En qué te ha hablado? ¿En francés o en
dialecto?»
«¡Anda! ¿Quiere que me hable en francés? ¿Cree
que yo lo sé?».
25 DE FEBRERO
Durante la novena aparición se la oye repetir:
«Penitencia… Penitencia… Penitencia…».
Al final se registra este diálogo:
«¿Qué te ha dicho?»
«Ve a beber a la fuente y a lavarte»
«¿Y la hierba que has comido?»
«Me lo dijo también…»
«¿Qué te ha dicho?»
«Come esa hierba que hay allí»
«¡Los animales comen hierba!»
«¿Por qué toda esta agitación hoy? Ayer Aquero me dijo
que besara la tierra como penitencia por los pecadores»
«¿Sabes que creen que estás loca si haces esas
cosas?»
«Por los pecadores».
25 DE MARZO
Bernadette se despierta muy pronto y se viste:
«Tengo que ir a la gruta. Si queréis venir
conmigo daros prisa»
«Piénsatelo, puedes empeorar…»
«Ya estoy buena»
«Espera por lo menos a que salga el sol»
«No, tengo que ir enseguida».
En la gruta, ante la aparición:
«Señorita, ¿quisiera usted tener la bondad de
decirme quién es, por favor?»
Bernadette se aleja de la gruta riendo:
«¿Sabes algo?»
«No se lo digas a nadie. Me ha dicho: “Yo soy la
Inmaculada Concepción”».
27 DE MARZO
Examen médico realizado por tres doctores:
«¿Tiene dolores de cabeza a veces?»
«No»
«¿Ha tenido crisis nerviosas?»
«Nunca»
«Su salud sin embargo, parece precaria»
«Como, bebo y duermo muy bien».
Durante el examen médico, respecto a la Virgen:
«Sí, la veo como le veo a usted. Se mueve, me
habla, tiende sus brazos»
«¿No tienes miedo cuando ves tanta gente a tu
alrededor?»
«No veo nada en torno».
MAYO
Corre de nuevo el peligro de ir a la cárcel:
«No tengo miedo de nada, porque siempre he dicho
la verdad».
4 DE JUNIO
El día después de la primera comunión de Bernadette,
Emmanuélite Estrade le pregunta:
«¿Qué te ha hecho más feliz: la primera comunión
o las apariciones?»
«Son dos cosas que van juntas, pero que no
pueden compararse. He sido muy feliz en las dos».
16 DE JUNIO
Última aparición. Al atardecer, Bernadette se siente
empujada hacia la gruta
«¿Qué te ha dicho?»
«Nada».
DESPUÉS DEL 16 DE JULIO, LAS PRUEBAS:
EL ASALTO DE LAS VISITAS
28 DE AGOSTO
Al abad Fonteneau:
«No le obligo a creerme, sólo puedo responder
diciendo lo que he visto y oído».
«Así que Bernadette, ¿ahora que la Virgen te ha
prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del cuidado de tu alma?»
«Pero padre, yo sólo iré al cielo si me porto
como se debe».
17 DE NOVIEMBRE
En la gruta, después del interrogatorio de la comisión
eclesiástica:
«Estoy muy cansada».
1859
MAYO
Marie de Cornuijer-Lucinière la interroga respecto a los
secretos:
«¿Se los dirías al Papa?
«No necesita saberlos».
1860
El abad Junqua visita a Bernadette. Después de dos horas
de coloquio le dice:
«Volveré… Acuérdese de mí. Prométame que se
acordará de mí»
«Esto no se lo prometo. Veo a tanta gente y de
todos los tipos».
7 DE DICIEMBRE
Interrogatorio ante monseñor Laurence, obispo de Tarbes:
«No parece una idea digna de la Virgen el que te
haya hecho comer hierba»
«¡La ensalada la comemos!».
1861-1862
El abad Bernardou quiere hacer unas fotos a Bernadette
para fijar la expresión que su rostro podía tener durante las apariciones:
«No, así no. No ponías esa cara cuando estaba la
Virgen»
«Pero ahora no está».
1864
Han fotografiado a Bernadette y las fotos se vende a un
franco la unidad…
«Bernadette, ¿piensas que te venden a buen
precio?»
«Más de lo que valgo».
1866
El día antes de salir hacia Nevers, Justine, la hija de
su nodriza Maria Lagües, va a despedirse de Bernadette:
«¿No te da pena irte?
«El poco tiempo que estamos en el mundo hay que
emplearlo bien»
nevers, 1866-1879
Testimonios de sus hermanas de hábito y de personas que
vieron a Bernadette durante su permanencia en la casa general de la
congregación de las Hermanas de la Caridad de Nevers, desde 1866 hasta el día
de su muerte, el 16 de abril de 1879.
1866
JULIO
Sor Emilienne Duboé:
Me encargaron de ocuparme de Bernadette desde
que llegó al noviciado, para acostumbrarla… Lo que le dolía era no ver la gruta
de Lourdes: «Si tú supieras», me dijo, «lo que he visto allí». Tenía la
intención de preguntárselo, pero me respondió que no podía decir nada, que la
madre maestra se lo había prohibido. Me decía: «Si supieras qué buena es la
Virgen».
Un día Bernadette me hizo ver que hacía mal la
señal de la cruz. Le dije que por supuesto no la hacía tan bien como ella que
lo había aprendido de la Virgen. «Hay que poner atención», me dijo, «porque
significa mucho santiguarse bien».
Sor Charles Ramillon
Su modo de hacerse la señal de la cruz me
llamaba la atención profundamente; hemos tratado varias veces de reproducirlo,
pero sin éxito. Entonces decíamos: «Bien se ve que se lo ha enseñado la
Virgen».
Sor Emilie Marcillac:
Sor Marie-Bernard tenía una piedad dulce,
sencilla, sin nada de particular. Era muy exacta, no faltaba al silencio, pero
durante el recreo atraía por su brío. No le gustaba la piedad recargada. Un día
me decía riendo, indicando a una novicia que cerraba siempre los ojos: «¿Ve a
sor X? Si no tuviera una compañera que la guía, tendría un accidente, ¿Por qué
cerrar los ojos, cuando hay que tenerlos bien abiertos?».
Durante sus crisis de asma, tenía ataques de tos
que le desgarraban el pecho; aunque vomitaba sangre y se sofocaba no se dejaba
escapar nunca un lamento, un murmullo. Sólo se le oía decir el nombre de Jesús.
Después de decir: «Jesús mío», miraba al crucifijo, y en sus ojos había algo
inexpresable, pero que decía mucho…
OCTUBRE
Sor Emilie Marcillac:
El 25 de octubre estuvo muy mal… Se pensaba que
no pasaría la noche… Mi sorpresa fue enorme cuando a las cuatro y media de la
mañana me acerqué a su cama para saber cómo estaba; creía que agonizaba. En
cambio, me respondió con voz clara: «Estoy mejor, el Señor no me ha querido, he
ido hasta la puerta y me ha dicho, es muy pronto»
1867
MAYO
Sor Bernard Dalias:
Estaba en Nevers desde hacía tres días, y
comenté que aún no había visto a Bernadette. La superiora que me acompañaba me
señaló a una novicia, pequeña, sonriente, que estaba a su lado, y añadió:
«¿Bernadette? Aquí la tiene usted». Se me escapó una expresión impertinente y
exclamé: «¿Esto es todo?». Me respondió: «Así es, señorita, esto es todo».
Desde entonces me demostró gran simpatía.
Sor Brigitte Hostin:
Fui compañera de noviciado de sor Marie-Bernard:
tuve este privilegio durante siete u ocho meses. Tuve la posibilidad de admirar
en ella una gran piedad, una humor siempre igual –algo raro– una sencillez de
niña, y sobre todo una gran humildad; esto –cuando se veía obligada a responder
a las cartas que le escribían algunos grandes personajes respecto a los favores
que la Virgen le había concedido– le hacía decir: «Si no fuera por obediencia,
no respondería».
SEPTIEMBRE
Sor Joseph Caldairou recuerda algunas expresiones de
Bernadette:
«Sólo Dios sabe lo que me cuesta presentarme
delante de los obispos, los sacerdotes, la gente del mundo».
«Me es difícil ver la hermosura en las representaciones
de la Virgen, después de haber visto el original».
1868
Sor Charles Ramillon:
Un día, ante mi presencia, una de nosotras le
dijo: «¿Le ha revelado los secretos a la madre general?» «No». «¿Tampoco a la
madre maestra?» «Tampoco». Entonces yo añadí: «¿Pero si se lo pidiera el Santo
Padre?». Ella respondió: «Me lo pensaría».
NOVIEMBRE
Conde Lafond:
Monseñor Chigi [nuncio apostólico en Francia, n. de la r.] mandó llamar al locutorio a sor Marie-Bernard.
«Hija», le dijo, «¿no tuviste miedo cuando viste a la Virgen?». «Sí, monseñor,
mucho; pero sólo la primera vez; luego, ¡era tan hermosa!».
1869
AGOSTO
Sor Bernard Dalias:
Una sola palabra suya hacía bien. A quien sufría
le decía: «Rezaré por ti».
La he sorprendido muchas veces con la cara
cubierta de lágrimas. Le preguntaba con la mirada: «Volver a ver la gruta, una
sola vez, de noche, cuando nadie se enterara…», me susurraba.
Yo estaba encargada de entonar el canto para la
ofrenda del recreo. Sor Marie-Bernard se me acerca un día, después de la
oración. «Algunas veces entonas», me dijo, «“La veré un día a esta Madre que
amo”». Y en ese momento sus ojos tomaron una expresión de deseo, de tristeza
indefinible, y vi correr dos lágrimas…
Bastaba oirle decir con plena convicción: «Reza
por mí, pobre pecadora, sobre todo en la hora de la muerte», para comprender
que se daba cuenta perfectamente de que tenía que invocar el efecto que le
habría prometido la Virgen por su fidelidad.
Sor Emilienne Robert:
Hablaba de que teníamos que corregirnos en
nuestros defectos, y le dije que es difícil. Entonces ella abrió los ojos de
par en par y respondió con vigor: «¡Pero bueno! Recibir tan a menudo el pan de
los fuertes y no ser más valiente».
OCTUBRE
Conde Lafond:
El abad de M. le dijo ante mí que venía de
Lourdes y que había visto al padre Hermann y al señor Laserre, los dos habían
recibido la gracia del don de la vista. Sor Marie-Bernard abrió sus grandes
ojos, hasta entonces había estado con los ojos bajos. «He visto», añadió el
abad, «la estatua que han puesto en la gruta. Tiene las manos juntas así. ¿Es
así como se le apareció la Virgen?». «Sí, padre, pero cuando me dijo: “Yo soy
la Inmaculada Concepción”, hizo así». Hizo un gesto de tal belleza que nos
conmovió hasta las lágrimas. Nos parecía ver una copia viva de la Reina el
Cielo, cuando apareció en la roca de Massabielle.
Una señora de Nevers le preguntó un día: «¿No ha
vuelto a ver a la Virgen después de las dieciocho apariciones?». Dos lagrimones
le adornaron los párpados: fue su respuesta.
Sor Cécile Pagès:
Le decía a sor Marie-Bernard que muchas personas
se habían curado con el agua de Lourdes, después de una novena. «La Virgen a
veces quiere que se rece durante mucho tiempo, y una persona se curó solamente
después de nueve novenas».
1870
ABRIL
Sor Angèle (entonces postulante):
Me preguntó sor Marie-Bernard: «¿Qué le pasa?».
Le dije: «Acabo de recibir una mala noticia: mi mamá está agonizando; quizá a
estas horas ya se haya muerto». Sor Marie-Bernard me dijo con una sonrisa que
no olvidaré nunca y con su mirada penetrante: «No llore, la Virgen la sanará;
rezaré por ella».
AGOSTO
Sor Madeleine Bounaix:
El 15 de agosto de 1870 estaba con ella en la
enfermería San José; me había dado una fruta para la merienda; hablábamos de la
fiesta del día y le dije: «Hermana, ¿rezará por mí hoy?». «Sí, pero con una
condición: que también usted lo haga por mí. Todos necesitamos oraciones».
Entonces añadí: «Qué bonita debe ser la fiesta en el cielo y qué hermosa debe
ser la Virgen». «Cuando la has visto no puedes seguir apegada a la tierra», me
dijo.
Tiempo después, sor Marie-Bernard recibió una
carta de don Peyramale, párroco de Lourdes, que contenía una foto de la
Basílica. Me dijo mirándola: «¿Conoce Lourdes?». Le dije que no, y ella dijo: «Tome
la foto de la Basílica», y con el dedo me enseñaba la gruta. Le pregunté:
«¿Dónde estaba cuando se le apareció la Virgen?». Me señaló simplemente el
lugar. Añadí: «Es un recuerdo muy dulce para usted, hermana». Con un aire
grave, casi triste, me dijo: «Sí. Pero no tenía ningún derecho a recibir esa
gracia».
DICIEMBRE
Conde Lafond:
Sor Marie-Bernard… esta monja no sirve para
nada, y, sin embargo, la consideran el tesoro de Saint-Gildard; la ven como la
defensa de la ciudad obispal y se le atribuye la salvación durante la invasión
de 1870; los prusianos estaban en todos los departamentos cercanos y casi a las
puertas de Nevers. El caballero Gougenot des Mousseaux que vio a Bernadette en
aquella época, le hizo algunas preguntas: «¿Tuvo usted en la gruta de Lourdes o
posteriormente revelaciones relativas al futuro y al destino de Francia? ¿No le
ha encargado la Virgen que transmita advertencias o amenazas para Francia?».
«No». «Los prusianos están a las puertas, ¿no tiene miedo?». «No». «¿No hay,
pues, nada que temer?». «Temo sólo a los malos católicos». «¿No teme nada
más?». «No, nada».
1871
Madre Marie-Térèse Bordenave:
Hacia finales de 1870 o a principios de 1871
había otra vez ambulancias en la casa madre; un día se incendió la farmacia; la
novicia de turno se quedó tan impresionada que durante 24 horas estuvo
padeciendo terribles dolores. Sor Marie-Bernard, apiadada, tras agotar todas
las medicinas, le dijo a una hermana: «Le voy a dar agua de Lourdes; rece
conmigo fervorosamente». Así lo hicieron: algunos minutos después los dolores
habían desaparecido.
ANTES DE AGOSTO
Sor Madeleine Bounaix:
Me asombraba su rectitud y su sinceridad. No
creo que nunca mintiera, recuerdo al respecto un episodio que confirmó mi
opinión. Un día hablábamos de Lourdes y de Bartrès y me dijo: «No puede
imaginar lo ignorante que yo era. Un día mi padre vino a verme, estaba yo
cuidando el rebaño, muy triste. Me preguntó por qué y yo le respondí: “Mira mis
ovejas, bastantes de ellas tienen la espalda verde”. Él se echó a reír y me
dijo: “Es la hierba que se han comido, que ahora les está saliendo por arriba:
puede que se mueran”. Yo entonces me eché a llorar, y mi padre, viendo mi
dolor, me consoló y me explicó que era la marca del comerciante a quien se las
habían vendido». Al oír esta historia me eché a reír y le dije: «Pero, bueno;
¿era tan ingenua que llegó a creerse una cosa así?». Me respondió: «Querida
mía, como yo no sabía mentir, me creía todo lo que me decían».
Un día estábamos hablando de las prácticas de
piedad hacia la Virgen. Le dije que había una que a mí me gustaba
especialmente: rezar doce Avemarías en honor de los doce privilegios de la
Madre de Dios. Me respondió feliz y satisfecha: «Siga con esta práctica, que le
es muy grata a la Virgen».
AGOSTO
Sor Vincent Garros, nombre de pila Julie Garros, amiga de
infancia de Bernadette:
En Lourdes había una congregada, conocida con el
nombre de señorita Claire, muy piadosa y que sufría desde hacía tiempo. Cuando
llegué a la casa madre, Bernadette me preguntó por ella, y yo le dije: «No sólo
sufre pacientemente, sino que dice incluso estas palabras, que me sorprenden
realmente: “Sufro mucho, pero si no es suficiente, ¡que el Señor añada más
sufrimiento!”». Sor Marie-Bernard hizo esta reflexión: «Es muy generosa; yo no
haría lo mismo. Me conformo con lo que me manda».
También le gustaba contarme que del rebaño que
tenía que cuidar le gustaba especialmente un corderito blanco. Cuando conseguía
construirse su capillita en los campos, él venía a derribarla de una cornada; y
cuando gritaba al rebaño, el corderito cogía carrerilla, le daba una cornada
bajo la rodilla y la arrojaba al suelo, cosa que le divertía mucho. Para
castigarlo, Bernadette le daba pan con sal, que al corderito le encantaba.
En el noviciado yo le decía a Bernadette cuando
estaba enferma en la enfermería: «Sufre mucho, ¿verdad?». Me respondía: «A ver.
Ya me dijo la Virgen que no iba a ser feliz en este mundo, sino en el otro».
A menudo aconsejaba el perdón, no olvidar la
invocación del Padrenuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos…».
También me dijo: «Cuando pase por delante de la
capilla, si no tiene tiempo de pararse, encárguele a su ángel de la guarda que
le lleve su mensaje al Señor al tabernáculo. Se lo llevará y luego vendrá de
nuevo a reunirse con usted».
Creo que Bernadette meditaba sobre los
misterios, porque un día que le dije que no conseguía rezar, meditar, me
sugurió este remedio: «Transpórtese al Monte de los Olivos o a los pies de la
cruz, y quédese allí: el Señor le hablará y usted lo escuchará». A veces le
decía: «Ya estuve, pero el Señor no me ha dijo nada». Sin embargo, yo seguía
rezando.
Le dije un día: «¿Cómo puede estar tanto tiempo
en acción de gracias?». Me respondió: «Pienso que la Virgen me da al Niño
Jesús. Lo tomo. Le hablo y él me habla».
Sé que Bernadette tenía una devoción especial
por san José. Repetía estas invocaciones: «Concédeme la gracia de amar a Jesús
y a María como desean ser amados. San José, reza por mí. Enséñame a rezar». Y a
mí me decía: «Cuando no se consigue rezar, hay que dirigirse a san José».
Me decía también: «Cuando está frente al
Santísimo, por una parte tiene cerca a la Virgen inspirándole lo que le tiene
que decir al Señor, y por la otra a su ángel de la guarda tomando nota de sus
distracciones».
Decía: «Hemos de recibir bien al Señor, va en
nuestro interés recibirle bien, amablemente, porque entonces nos paga el
alquiler».
Me decía que antes de llevar a cabo cualquier
acción, hay que purificar la intención. Yo le hacía notar que era difícil. Me
respondió: «Hay que hacerlo, porque se actúa mejor y cuesta menos».
Decía: «Si trabaja para las criaturas, no tendrá
recompensa y se cansará más».
Otra vez me dijo en la enfermería: «Le daré una
buena merienda». Había fruta en almíbar. Me la tiende y me dice: «Hoy es
sábado, no la comeremos; haremos esta pequeña mortificación por la Virgen».
Bernadette, estoy segura, siempre controló sus
impulsos interiores. Sobre esto me decía: «El primer impulso no nos pertenece,
pero el segundo sí».
Cuando le entraban las crisis de asma –con
bastante frecuencia– daba pena. Nunca se quejó, y cuando pasaba la crisis
decía: «¡Gracias, Señor!».
La Virgen le había pedido que rezara por los
pecadores; sin duda lo hacía. Me dijo varias veces: «Recemos por esa familia,
para que la Virgen la convierta».
A menudo, después de las oraciones, Bernadette
añadía: «Señor, libera a las almas del purgatorio». De vez en cuando, rezábamos
juntas la corona de los difuntos y la terminábamos diciendo: «Dulce Corazón de
Jesús, sé mi amor, dulce Corazón de María, sé mi salvación. Jesús mío,
¡misericordia! Concede el descanso eterno a las almas de los fieles difuntos».
NOVIEMBRE
Sor Eléonore Bonnet:
El día de Todos los Santos supe que Bernadette
estaba enferma. Conociendo su amor por las flores, recogí algunas violetas, que
habían florecido a pesar de que no era su época, a lo largo de la pared de la
cocina, y se las mandé con una novicia que trabajaba en la enfermería.
Madre Marie-Thérèse Bordenave:
Una superiora le preguntaba un día si había
sentido alguna vez complacencia por los favores que la Virgen le había
concedido: «¿Qué piensa de mí? ¿Quiere que no sepa que si la Virgen me ha
elegido a mí es porque yo era la más ignorante? Si hubiera encontrado otra más
ignorante, la habría elegido a ella».
Sor Joseph Ducout:
La ví sufrir moral y físicamente. En el
sufrimiento nunca pronunció ni una palabra de dolor. Tomaba el crucifijo, lo
miraba y ya está.
Sor Madeleine Bounaix:
«¿Qué hace aquí?», me dijo. «Me voy, y estoy
esperando a la madre maestra». Volvió a preguntar: «¿A dónde va?». «A
Beaumont». «Bueno, hermana, no se olvide de lo que le digo: dondequiera que
esté, recuerde siempre trabajar sólo para el Señor. Entiende, ¿verdad? Para el
Señor».
DICIEMBRE
Sor Victoire Cassou:
Bernadette me dijo: «En la misa de medianoche,
póngase a mi lado. Hay sitio». Me encantó. Así pude constatar su piedad y
recogimiento. Escondida tras su velo, nada podía distraerla. Después de la
comunión, entró en un recogimiento tan profundo, que salieron todos y ella como
si no se hubiera dado cuenta. Me quedé a su vera, porque no tenía ganas de ir
al refectorio con mis compañeras. La contemplé durante mucho tiempo, sin que
ella se diera cuenta. Su rostro era radioso y celestial, como durante el
éxtasis de las apariciones.
Cuando la hermana encargada de cerrar las
puertas de la iglesia llegó a cumplir su deber, agitó con fuerza los cerrojos.
Sólo entonces salió Bernadette de su estado similar al éxtasis.
Salió de la capilla y yo la seguí. En el
claustro, se inclinó hacia mí y me susurró: «¿No ha tomado nada (en el
refectorio)?». Le respondí: «Usted tampoco». Se retiró en silencio y nos
separamos de este modo.
1872
AGOSTO
Sor Eudoxie Chatelain:
Tenía una devoción especial por san José, cosa
que me asombraba un poco, dado que era la hija privilegiada de la Virgen. Un
día le oí decir: «Voy a hacerle una visita a mi padre». Era san José: iba con
frecuencia a rezarle a la capilla.
Decía: «Amad mucho al Señor, hijas mías. Esto es
todo».
AGOSTO-OCTUBRE
Durante el recreo una novicia recoge un murciélago caído.
Grandes exclamaciones. Bernadette está presente.
Sor Julienne Capmartin:
«¡Oh, cómo puede tener en las manos una bestia
tan horrible!», dije: «¡Es la imagen del diablo!».
Sor Marie-Bernard se puso seria y se volvió
hacia mí: «Que sepa, hermana, que ningún animal es la imagen del diablo; sólo
la ofensa a Dios puede serlo».
Dijo: «Cuando algo nos interesa demasiado, esto
no le gusta a Dios».
Una vez me sorprendió leyendo en mi libro de
hija de María, cuando ella me había recomendado que me quedara bien arropada en
la cama… Entonces me quitó bruscamente el libro diciendo: «¡Este es un fervor
repleto de desobediencia, se lo digo yo!». Le pedí mil veces el libro, pero no
lo volví a ver…
1873
MAYO
Elisa (huérfana de Varennes):
Era el año 1873 (el 12 de mayo). Bernadette
visitaba Varennes (orfelinato dirigido por las monjas) y había ido hasta la
Virgencita del bosque con unas veinte huerfanitas.
Estaba convalesciente, y casi no tenía fuerzas
para mantenerse en pie…
Al final de la breve peregrinación, Bernadette
se sentó y allí, delante de este precioso oratorio, dirigió a las niñas una
exhortación, en el estilo conciso que la caracterizaba: «Niñas, amad mucho a la
Virgen, y rezadla mucho. Os protegerá…». Luego invitó a su joven auditorio a
cantar algo. Cantaron: «Iré a verla un día…».
JUNIO
Jeanne Jardet (cocinera):
Recuerdo que un año tuvo una larga enfermedad,
durante la cual dejó de visitarnos. Cuando volvió, sor Cécile (Fauron, jefa de
las criadas) se congratuló por su restablecimiento. Bernadette respondió: «No
querían saber nada de mí allá arriba…». Lo dijo con tanta gracia que se me
saltaron las lágrimas.
Sor Eudoxie Chatelain:
Un domingo, nuestra maestra, la madre Thérèse
Vauzou, nos dejó que fuéramos a verla, en grupos de doce o quince. Nos recibió
con mucha amabilidad, como hermanas menores… Nos colocamos alrededor de su
cama, y todas dijimos algo.
Una de nosotras, grande y gorda, le preguntó si
tuvo miedo al recibir la extremaunción. «¿Miedo de qué?», dijo Bernadette. «¡Yo
tendría mucho miedo de morir, si viera acercarse el último momento!». «Oh, ese
momento no lo conocemos nunca. Y cuando llega, el Señor nos da la fuerza para
afrontarlo».
Sor Gonzague Cointe:
Yo estaba en la enfermería. Una hermana le puso
en la cama la fotografía de una peregrinación a la Basílica de Lourdes: «Le
encantaría ir a la gruta de Massabielle, ¿verdad?». Sonriendo, ella levantó los
ojos al cielo y, a pesar de la crisis de asma que tanto le hacía sufrir,
respondió: «No, no siento la necesidad. Hago generosamente el sacrificio de no
volver a ver Lourdes. Sólo tengo una aspiración, y es la de ver a la Virgen
Santa glorificada y amada».
Madre Henri Fabre:
El obispo de Nevers, que iba a ir a Lourdes, le
preguntó a sor Marie-Bernard si quería ir también, y ésta respondió: «He hecho
el sacrificio de Lourdes, veré a la Virgen en el cielo, y será mucho más
bonito».
1874
JULIO
Sor Vincent Garros:
Un día, en la sacristía, quise tocar un
purificador. Me detuvo diciendo: «Todavía no lo puedes hacer». Y tomó el
purificador con inmenso respeto para volverlo a colocar en la bolsa. Se diría
que rezaba mientras lo tocaba, por el respeto con que lo hacía.
1875
Sor Julie Ramplou:
Sor Marie Mespoulhé rezaba a veces el rosario,
con las hermanas, durante el trabajo. Sor Marie-Bernard subrayaba la expresión
“pobres pecadores”. Un día se lo dijeron. Respondió: «¡Oh, sí! Hemos de rezar
mucho por los pecadores. Lo ha recomendado la Virgen».
1876
ANTES DE JUNIO
Sor Marcelline Durand:
Le costaba mucho estar inactiva. Así que un día
le dijo a una hermana enferma: «Te recuperarás con tres ventosas. Pero yo… nada
me hará salir de aquí». Y levantó los ojos al cielo diciendo: «Dios mío,
bendito seas en todas las cosas. Tenemos todos nuestro medio, nuestro camino
para llegar a ti».
JUNIO
Sor Ambroise Fenasse:
En el momento de la coronación de la estatua de
Nuestra Señora de Lourdes, sor Ursule habló de la gruta a Bernadette: «¿Le
gustaría volver a verla?». «Mi misión en Lourdes ha terminado. ¿Qué iba a hacer
yo allí?». «Se está preparando en Lourdes una fiesta solemne, habrá bastantes
obispos. ¿No le gustaría asistir?». «¡Oh, no! Prefiero mil veces mi lugarcito
en la enfermería a estar en esa fiesta, que sin embargo es para mí de gran
alegría». Pareció reflexionar un instante, luego añadió: «Si pudiera ir en
globo hasta la gruta y quedarme allí algunos minutos rezando cuando no hubiera
nadie, iría con gusto; pero teniendo que viajar como todos para estar en medio
del gentío, prefiero quedarme aquí».
Santa Bernardette
Soubirous
Nació en Lourdes,
Francia en 1844. Hija de padres muy piadosos que por dificultades de la época
llegaron a ser muy pobres.
En el bautismo le
pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea
religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.
Era la mayor de 4 hermanos. 1 hermana y 2 hermanos.
En el tiempo de las apariciones sus padres vivían en un sótano húmedo y
miserable que había servido de cárcel anteriormente.
El papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo
siempre muy débil salud a causa alimentación insuficiente, y del estado
lamentablemente y frío de la habitación donde moraba. En los primeros años
sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. Bernardita adquirió desde los diez años la
enfermedad del asma, esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su
vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis.
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios escoge a
lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las
vanidades del
mundo".
Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la
Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía
unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Y
a esa edad se le apareció la Virgen María en la gruta de Masabielle al oeste de
la ciudad de Lourdes
Del 11 de Febrero al 16 de Julio de 1859 la Virgen se le aparece 18
veces a Bernardita.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen
Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada.
Ella le decía “aqueró” (aquello) a la aparición hasta que la Virgen le
dijo: “YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN”
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas
hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la
confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted
si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo
confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde
pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de
Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy
débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo
a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos,
pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve
años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más
terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me
conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con
paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco
mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a
un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la
incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y
que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra
buena.
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a
una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo
juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor
que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la
superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera
distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un
sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni
se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la
Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".
Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando,
pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9
años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la
tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo
cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho
volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última
vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah quién
pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma.
Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver.
Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que
les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron
volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió
tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto
en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le
dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para
que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita,
con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una
pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado
que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A
vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y
un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí,
la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio
exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y
apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella
empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y
el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.
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Nuestra Señora de Lourdes
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El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años,
recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a
una gruta, una de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora
vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que
parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha
cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un
rosario.
Bernadette al principio se asusto, pero luego comenzó a rezar el rosario que
siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la niña, la Señora pasaba las
cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la Virgen María retrocedió
hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta
el día 16 de julio.
El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette:
"Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió
hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en
este mundo, sino en el otro".
La noticia de las apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían
a la gruta creyendo en el suceso, otros se burlaban.
En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette
a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de
la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y
escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de
Lourdes.
En las
apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó
el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a
besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo
presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica
continúa.
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora
¿Quien eres?, y ella le responde: "Yo soy la Inmaculada
Concepción".
Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era
casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de
la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.
En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin
quemarse por la vela que se consume entre sus manos.
El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide
de Bernadette.
En el lugar se comenzó a construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el
titulo de Basílica en 1874. Las apariciones fueron declaradas auténticas el
18 de Enero 1862.
Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de
personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas
milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora de Lourdes se celebra el día de su
primera aparición, el 11 de febrero.
El mensaje de la Virgen
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede
resumirse en los siguientes puntos:
1-Es un agradecimiento del cielo por la definición del dogma de la Inmaculada
Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo
que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo
que está necesitado de esta virtud.
2-Es una exaltación a la virtudes de la pobreza y humildad aceptadas
cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.
3-Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen
le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello
sea preciso aceptar la cruz.
4-Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad
(besando el suelo como señal de ello); también, un mensaje de misericordia
infinita para los pecadores y del cuidado de los enfermos
Santa Bernardette
Santa Bernadette Soubirous: nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de
Lourdes, Francia. Su nombre era Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette.
Su salud era precaria, desde niña fue asmática, tiempo después de las
apariciones, fue admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers.
En julio de 1866 comenzó su noviciado y el 22 de septiembre de 1878 pronunció
sus votos, falleció unos meses después, el día 16 de Abril de 1879.
La vida de Bernadette, después de las apariciones estuvo llena de
enfermedades y humillaciones, soporto muchos dolores, tenia tuberculosis, un
tumor en la rodilla, problemas en los oídos.
En los primeros años con las monjas, la Santa jovencita sufrió mucho, no solo
por su mala salud, sino también a causa que la Madre superiora del lugar que
no creía en sus enfermedades, inclusive decía que cojeaba de su pierna para
llamar la atención.
Como religiosa se dedicó a ser asistente de enfermería y más tarde cuando ya
estuvo muy mal de salud, fue sacristán. Antes de morir dijo: "Ruega
Señora por esta pobre pecadora".
30 años más
tarde, su cadáver fue exhumado, y hallado en perfecto estado de conservación,
unos años después, poco antes de su Beatificación, efectuada el 12 de Junio
de 1925, se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía
intacto.
Bernadette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto
todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de
cristal. La festividad de la Santa se celebra el 16 de Abril.
Dos virtudes
resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso no es necesario
ser sabio. Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como
orar y sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era
mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen como se habla con una
persona cara a cara. Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y
eficaz.
Amaba la oración. Ella sabía muy bien como rezar el Santo Rosario el cual
siempre llevaba en su bolsillo. Lo tenía en sus manos cuando se le apareció
la Virgen. Su primer gesto en momentos de cualquier prueba o dificultad era
siempre tomar su rosario y empezar a recitarlo.
La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su
muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar
que Dios guía a esta pequeña niña y que ella era responde con humildad,
abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes que serían
criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de
la gente se puso en duda también la autenticidad de las apariciones.
Esta niña de solo 14 años (cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser sabia,
firme, extraordinariamente valiente y saber discernir, para poder
enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre ellas
sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
Para tener una idea de la fortaleza interior y la capacidad de su juicio,
podemos ver algunas de las frases que dijo durante los interrogatorios a los
que tuvo que someterse. Después de que el Procurador Imperial, el señor
Dutor, hizo quedarse de pie por mucho tiempo a Bernardette y a su mamá, al
fin les dijo condescendientemente:
-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse"
Bernardette respondió: "No. Pudiéramos ensuciárselas"
En otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el idioma en que le habló la Virgen,
Bernardette dijo:
-"Ella me habló en dialecto"
-"La Virgen María no pudo haber hablado en dialecto", le
respondieron, "Dios y la Virgen no hablan dialecto".
A lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber nosotros dialecto si ellos
no lo hablan?"
-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en Francés? ¿puedo yo hablar en
Francés?"
En la doceava aparición Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un
sacerdote le preguntó después de la aparición: ¿Así que ahora también
bendices rosarios?
Bernardette se rió y dijo: "Yo no uso una estola, ¿o sí?."
Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que la Virgen te ha
prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del cuidado de tu
alma".
Bernardette: "Pero Padre, yo solo iré al cielo si me porto correctamente"
Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus
interrogadores trataban de engañarla para que contradijera sus declaraciones.
Pero ella se mantenía alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la
verdad, sino probar que lo había inventado todo.
Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes,
Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio. Sin embargo todas las
veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que sentía, nunca se
echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su voluntad de cumplir
con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que el mal genio del
sacerdote.
Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de
grandes obstáculos y de sus propias flaquezas. Al final, en el último día de
las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la Virgen revela su identidad
dándole a Bernardette la prueba que tanto pedía su párroco para creerle.
Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción" ,
fueron las que derrumbaron de una vez por todas el muro de la incredulidad en
el corazón de párroco, quién se convirtió desde ese momento en su más grande
defensor y apoyo, usando su mismo temperamento contra los que atacaban a la
niña.
A diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock,
Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette era la única vidente.
No tenía otros que corroborasen el testimonio y le sirviesen de apoyo. Su
única fuente de fortaleza era la misma Virgen Santísima. Pero esta era
suficiente para ella.
Llegaría un tiempo donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al
contestar, todas usadas para defender las Apariciones de la Virgen, se
usarían en su contra. Aquellos que la apoyaban sabían entender sus grandes
virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes defectos. A su
fortaleza interna le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le
llamaban insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando
fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo y puso la marca del
dedo en el centro del mismo y dijo: "Que el que no tenga amor
propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).
Las apariciones fueron para Bernardette un regalo inmerecido, un regalo que
que en si mismo no la hizo santa. Era un regalo para el mundo, pero que al
mismo tiempo por su admirable correspondía a la gracia, la llevaría a la
santidad.
Hemos de tener claro que Santa Bernardita no fue canonizada por haber visto a
la Virgen Santísima, sino por haber subido por la escalera de la santidad a
través de enormes pruebas y cruces. Para ser santo no es necesario haber
tenido grandes experiencias místicas. Es suficiente tener estas dos cosas:
humildad y amor. Es en la asidua oración y en la vida de virtud que el amor
se expresa a sí mismo.
Después de las apariciones
La humilde
jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las
apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargo de conservarla
sencilla, humilde y modesta. No le gustaban el bullicio ni la
popularidad.
Pasaba como una mas, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y
rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el mismo ano 1858, el 3 de
junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió excepto que ella
había piadosamente recibido a Jesús.
Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba
amarga de los sufrimientos: de la incomprensión, burla, casi siempre estaba
enferma, soportaba dolores de toda clase, recogida y resignada con paciencia.
Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma,
gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos
que le ocasionaron sordera, que esta se le quito hasta un poco antes de su
muerte.
La Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte feliz en
este mundo, sino en el próximo". Y estas palabras de la Virgen se
cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo que sufrir durante su vida
hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardette era muy delicada,
muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días bien críticos con
ataques de asma que muchas veces eran bien dolorosos.
Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero no Bernardette.
Un día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la fuente?. Estas aguas
han curado a otros, ¿por qué no a ti?. Esta pregunta insidiosa pudo haberse
convertido en una tentación para Bernardette en no creer en la aparición,
pero ella no se turbó. Le respondió:
"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito"
¿Porqué tu más que otros?
-"El buen Dios solo lo sabe".
¿Regresas algunas veces a la gruta?
- "Cuando el Párroco me lo permite".
¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?
-"Porque todos me seguirían".
Antes habías ido aún cuando se te había prohibido.
- "eso fue porque fui presionada."
La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el otro mundo, así que estas
segura de ir al cielo.
- "Oh no, eso será solo si obro bien".
¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
-"Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga".
Últimos años en Lourdes
Bernardette no
podía recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud
y el gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga. Viendo esta
necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que
acogiera a la niña. Le dijo:
"Es con ustedes que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado
que ella necesita en todos los aspectos".
En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital
y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día permaneció bajo
su techo, con su salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar
la atención de nadie. Aún cuando sus padres ya se habían mudado de la cárcel
y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades de permanecer con
las hermanas. Su madre lloró por su partida pero sabía que era por el
bienestar de la niña.
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana
Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía
16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo a la Hna. Elizabeth:
"se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible hacer
algo con ella".
La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría:
"Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor perfecto y un
corazón exquisito". Ella diría a la madre superiora: "Mi querida
Madre, la han engañado. Bernardette es muy inteligente y asimila muy bien la
doctrina que se le da."
Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento
elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una niña de su
edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien le
encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a cuidar niños más
pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardette se
mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.
Uno de los niños diría mas tarde:
"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía
de una manera tal, que parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos
hacía pensar tanto en su aventura milagrosa. Criados con este pensamiento de
que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo considerábamos tan natural
como un niño de hoy día que ha visto al presidente de la república".
Bernardette era completamente natural en su comportamiento diario,
sin embargo era muy seria tocante a su vida cristiana.
Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad,
queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron
por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón.
Decía la Hna. Victorina: "La fiebre pasó rápidamente y no dañó su
profunda piedad".
La comunidad contaba con las oraciones de Bernardette. Un día una religiosa,
la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura y el médico le mandó a tener
reposo. Pero ella era muy activa y le pidió a Bernardette que le pidiera a la
Virgen que la curara. Bernardette inmediatamente fue a rezar ante la estatua
de la Virgen en la capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos
nada más que al otro día el doctor encontró a la Madre Alejandrina ocupada en
su trabajo, como si nada hubiese pasado.
La vocación religiosa
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida
religiosa. Parece que nunca Bernardette consideró en serio el matrimonio. A
los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó
claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue difícil
hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los rigores
del Carmelo.
Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis la Casa
Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela de Lourdes,
quien contribuyó definitivamente en su orientación. El le preguntó cuáles
eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: "Señor
Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva"
Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa como las
hermanas a las que tan apegada estás?.
- "Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto pudiese ser para una
ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la
dote necesaria".
No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la
regla y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos claros de
vocación".
- "Señor Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le
prometo que pensaré en ellas" .
Bernardette comprendía que una decisión como esta no se hace sin
consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con su prudencia y
le recomendó que se tomara su tiempo e hiciera su decisión con completa
libertad y sin apresuramiento.
En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado mucho para saber si estoy llamada a la vida
religiosa. Creo que la respuesta es "sí". Yo quisiera entrar en su
congregación si soy aceptada. Permítame pedirle que le escriba al
Obispo".
En respuesta la superiora abrazó a Bernardette y sus lágrimas de gozo fueron
su afectuosa respuesta.
Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad y la necesidad de
tratar varios remedios retardaron la puesta en práctica de su promesa.
En 1866 escribió: "Estoy mas presionada que nunca a dejar el
mundo. Ahora he decidido definitivamente y espero dejarlo pronto".
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de
edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo
corazón."¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra". Al día
siguiente se despidió de su familia y en Julio 4 1866, Bernardette dejó su
pueblo natal para nunca más volver.
Antes de partir improvisa una oración tomando como pauta el
Magnificat: acción de gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige
directamente a María: "Si, Madre querida, tu te has abajado hasta la
tierra para aparecerte a una débil niña..Tu, reina del cielo y la tierra, has
querido servirte de lo que había de mas humilde según el mundo".
La religiosa, la Santa
Se va para comenzar su noviciado. Llegaron al convento de las Hermanas de la Caridad
de Nevers, el 7 de julio de 1866 en la noche. El domingo Bernardette tuvo un
ataque de nostalgia que le llevó a estar llorando todo el día. La
animaban diciéndole que este era un buen signo ya que su vida religiosa debía
empezar con sacrificio. En los anales de la Casa Madre se lee:
"Bernardette es en realidad todo lo que de ella hemos oído, humilde en
su triunfo sobrenatural; simple y modesta a pesar de que todo se le ha unido
para elevarla. Ella ríe y es dulcemente feliz aunque la enfermedad se la está
comiendo. Este es el sello de la santidad, sufrimiento unido a gozo
celestial."
Hermana María Bernarda
Ni la superiora,
la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa
Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la
Virgen se le apareció, pero la veían tan "ordinaria", que tenían
dificultad en ver santidad en ella. Su idea de santidad aparentemente era
diferente a la de la Iglesia.
En el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo P. Peach, profesor de
teología dogmática en el seminario de Moulins, les dijo a sus estudiantes:
"El testimonio llegó a esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero
cuando se les preguntó si ella era fiel a las reglas, si tenía que ser
corregida por desobediencia o en referencia a la pobreza y castidad, todas se
apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".
¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?; solo se puede encontrar
respuesta en que era parte de la Providencia Divina para la santificación de
Bernardette. De manera particular la Maestra de Novicias, Madre María Teresa
Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos espirituales de
Bernardette durante los 13 años que vivió en el convento. La Madre María,
quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica, nunca fue
capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con Dios, ni tampoco su
total abandono a los deseos de su divina voluntad, la cual formaba su vida
interior.
Bernardette, sin haber estudiado sobre la formas de oración, pasaba horas en
ella, recitando su rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la
Virgen Santísima y a través de Ella con Jesucristo.
"Bernardette estaba totalmente perdida en Dios".
Al recibir el hábito de postulante, recibió su nombre de religiosa el cual sería
su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.
Profesión anticipada
Tres semanas
después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad con un
nuevo ataque de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería.
Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan seria que el médico
pensaba que su muerte era inminente.
La Madre Superiora llamó al Obispo y este le administró el Sacramento de
Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático porque constantemente
estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardette estaba a punto de morir, la
Madre Superiora quiso darle el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el
Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime.
Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de
agradecimiento. Fue el Obispo Forcade quien presidió la ceremonia.
Bernardette dio su consentimiento por medio de signos ya que no podía hablar.
Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a punto de
morir, pero Bernardette siempre ponía su salud en las manos de la Virgen.
La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado
de felicidad que ella declaró a su Superiora:
"Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa porque
pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir" .
La Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas
a morir y no nos lo dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la
mañana, te quitaré el velo".
Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le
respondió simplemente:
"Como usted desee, reverenda Madre".
Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el
Señor le enviaba.
Su madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años y esta fue una de las
tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor dijo al Señor:
"¡Mi Dios, tú lo has querido! Yo acepto el cáliz que me das. Que tu
Nombre sea bendito".
Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente y quizás más
cruelmente que las otras novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno
ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de
Dios.
Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María
Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida
por una ruda humillación.
Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la
Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo: "¿Y la hermana Marie
Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para
nada". Y prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de
usarla ayudando en la enfermería". A lo cual el Obispo consintió. La
hermana Marie Bernard recibió el dolor de esta humillación en su corazón,
pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.
Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años
después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas
desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto en la fe.
Una hermana la encontró llorando a los pies de la estatua de la Virgen y
cuando la hermana la iba a consolar ella le dijo:
"Mi hermana, siempre ten una gran devoción a la agonía de nuestro
Salvador. El sábado en la tarde le oré a Jesús en agonía por todos aquellos
que morirían en ese momento, y fue precisamente en el mismo momento en que mi
padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí el quizás haberle
ayudado".
Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se
apilaban sobre ella y ella decía:
"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de
nuestro Señor, "Soy Yo, no tengan miedo". El rechazo y
humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente agradezco a
nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que
hará desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más
pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús."
A Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido
asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se
diminuían.
Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que
ir al hospital, se determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la
enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento, el
cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual ella amó mucho más que
el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.
Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla,
cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le
permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella
era extraña.
Manejaba todos los artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los
purificadores y las albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los
había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía. Por eso no permitía que
nadie le ayudase en este ministerio.
Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su salud constantemente
empeoraba. A partir de 1877 no es más que una inválida. Se le provee cuidado
lo más posible y ella obedece todas las prescripciones.
Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en
que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó
a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy
difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió confianza,
la paz del corazón y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y
desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más
amargo y su sufrimiento mayor.
También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta
de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los
oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por un tiempo. Si no hubieran
sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba
enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo
sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación.
A una hermana le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara
consolación, ella le respondió: "No, no, no consolación, solo
fortaleza y paciencia" .
Bernardette padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de
Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían que rezaran el rosario,
siguiéndolo ella con gran fervor. Al acabar un Ave María, sonrió como si se
encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM.
Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: "Santa
María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora....pecadora...".
Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del
jardín del Convento y la que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla
en la que, después de 30 años, en Septiembre 22, 1909, reconocieron el
cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano. El cuerpo fue hallado
en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su
color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su
Beatificación el 12 de Junio de 1925.
Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta
el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de abril.
Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el
segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en
México. Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas milagrosas de
Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas conversiones del
corazón.
Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en
Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar dormida. Su
dulzura y paz aun toca los corazones.
SANTA BERNADETTE
SOUBIROUS [1]
1844-1879
ORACIONES Y NOVENA
- Festividad: 18 de febrero
- Fecha beatificación: 14 de junio de 1925
- Fecha canonización: 8 de diciembre de 1933
- Nacionalidad: francesa
- Patrona: enfermedades del cuerpo, enfermos, Lourdes (Francia),
personas ridiculizadas por su piedad, pobres, pastoras y pastores
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ORACIÓN
¡Oh bienaventurada Bernardita! Acuérdate que la
Virgen te dijo en la Gruta: "Ruega por los pecadores", para que
se conviertan y hagan penitencia. Ruega por mí, pecador, para que Dios
perdone mis pecados. Ruega por mí a María Inmaculada, pues confío en que te
concederá cuanto la pidas, porque fuiste su confidente en la Gruta de
Lourdes. Así como Ella te prometió "hacerte feliz en el otro
mundo", te concederá que hagas felices a los que devotamente acudan a
ti. A ti, pues, acudo humildemente, suplicándote no me dejes ni me
abandones hasta verme contigo en el cielo. Amén.
NOVENA BREVE
Bienaventurada Santa Bernardita, elegida por
Dios todopoderoso como cauce de sus gracias y bendiciones.
Por medio de tu humilde obediencia a las deseos
de nuestra Santa Madre María ganaste para nosotros el agua milagrosa de la
curación espiritual y física.
Escucha, te imploramos, nuestras oraciones de
súplica para que seamos sanados de nuestras imperfecciones espirituales y
físicas.
Deposita nuestras peticiones en las manos de
nuestra Santa Madre María, para que ella pueda depositarla a los pies de de
su amado Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo y así pueda El vernos
con clemencia y compasión.
Te pido intercedas por/para… (Haga aquí
la petición).
Ayúdanos, oh bienaventurada santa Bernardita, a
seguir tú ejemplo, de manera que indiferentes a nuestro propio dolor y
sufrimiento, seamos siempre conscientes de las necesidades de los demás,
especialmente de aquellos cuyos sufrimientos son mayores que los nuestros.
Así como confiamos en la misericordia de Dios,
recuérdanos ofrecer nuestro dolor y sufrimiento por la conversión de los
pecadores y en reparación de los pecados y blasfemias de la humanidad.
Ruega Santa Bernardita, para que a imitación
tuya, podamos ser siempre obedientes a la voluntad de nuestro Padre
Celestial y mediante nuestras oraciones y humildad, podamos traer consuelo
a los Sagrados Corazones de Jesús y María, tan gravemente heridos por
nuestros pecados.
Santa Bernardita de Lourdes, ruega por
nosotros. Amén.
Rezar 10 avemarías.
Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra
protección, implorando vuestra asistencia, reclamando vuestro socorro, haya
sido abandonado de Vos. Animado por esta confianza a Vos también acudo, oh,
Madre, Virgen de las Vírgenes, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis
pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh Madre
de Dios, no despreciéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas
benignamente. Amén.
Oh María, sin pecado concebida, ruega por
nosotros que recurrimos a ti (repetir tres veces).
__________
INVOCACIONES
A cada invocación se contesta: rogad por
nosotros
Oh Santa Bernardita,
Imitadora de Jesús crucificado,
Amante de la vida oculta,
Abandonada a la voluntad de Dios,
Modelo admirable de humildad
Espejo de la virtud,
Víctima de amor a Jesús,
Enamorada de la Eucaristía,
Imitadora de la pobreza de Jesús,
Compasiva con los pecadores,
Lirio escogido de María,
Mensajera fidelísima de María,
Confidente privilegiada de María,
Amante enamorada de María,
Poderosa ante Jesús y María,
V. Rogad pos nosotros; oh bienaventurada
Bernardita,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
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